12/01/2025
En Bolivia, la desnutrición infantil sigue siendo una emergencia silenciosa. Según las cifras más recientes, el 16,1% de los niños menores de cinco años presenta retraso en el crecimiento, y esta cifra asciende al 23,7% en las zonas rurales. Detrás de estas estadísticas hay realidades duras: acceso limitado a atención médica adecuada, alimentación desequilibrada, falta de educación nutricional y vulnerabilidad económica de las familias.
Ante esta situación, la Fundación Simón I. Patiño actúa con una convicción simple pero poderosa: cada niño merece crecer sano, en cualquier lugar y sin distinción. Desde hace varios años, despliega una estrategia integral que combina atención médica, prevención nutricional, formación de las familias y empoderamiento económico.
A través de sus acciones concretas, la Fundación demuestra que es posible transformar de forma duradera la vida de los niños… y erradicar la desnutrición desde su raíz.
En Bolivia, la desnutrición infantil persiste a pesar de los esfuerzos institucionales. Afecta principalmente a niños menores de cinco años, una etapa crucial para el desarrollo físico y cognitivo. El retraso en el crecimiento, principal indicador de desnutrición crónica, todavía afecta a uno de cada seis niños, según los datos más recientes.
Pero más allá del promedio nacional, la situación es profundamente desigual. En las zonas rurales, esta tasa alcanza casi el 24%, con picos aún mayores en algunas regiones andinas remotas. Estas disparidades geográficas reflejan un acceso desigual a la atención médica, a una alimentación saludable y a la educación nutricional.
La desnutrición en Bolivia es fruto de una combinación de factores sociales, económicos y culturales: inseguridad alimentaria, higiene deficiente, desinformación y pobreza estructural. En muchas familias, la falta de recursos limita la compra de alimentos nutritivos, y los conocimientos sobre nutrición infantil son escasos o inadecuados.
Las consecuencias son graves: retrasos en el crecimiento irreversibles, debilitamiento del sistema inmunológico, dificultades de aprendizaje… y, a largo plazo, un impacto en el desarrollo de todo el país. Frente a esta realidad, no basta con intervenciones puntuales.
Se necesita una estrategia global, multisectorial y a largo plazo, como la que despliega la Fundación Patiño.
En las alturas de El Alto, el Centro de Nutrición Infantil de la Fundación Patiño atiende a niños con desnutrición mediante un enfoque médico riguroso y humano. Cada niño es evaluado por un equipo multidisciplinario: pediatras, nutricionistas, psicólogos y trabajadores sociales trabajan juntos para garantizar un seguimiento personalizado y regular.
Las familias reciben un acompañamiento integral, con consultas a precios sociales, talleres educativos y un seguimiento cercano durante varios meses. En 2023, más de 1.200 niños fueron atendidos en este centro, con resultados concretos: aumento de peso, recuperación del crecimiento y desarrollo cognitivo reactivado.
En Potosí, el programa Encuéntranos actúa en el corazón de los barrios vulnerables para prevenir la desnutrición antes de que se instale. Se pone el énfasis en la educación de las familias mediante talleres regulares sobre higiene, alimentación y cuidado infantil.
Cada niño recibe meriendas enriquecidas y las familias son acompañadas por animadores comunitarios. Paralelamente, se realizan visitas domiciliarias que refuerzan la confianza y adaptan los consejos a la realidad de cada hogar.
Este modelo de cercanía genera una dinámica local sostenible, donde la prevención se convierte en un reflejo comunitario.
En Cochabamba, la Fundación apoya un centro pediátrico que atiende a niños con patologías agravadas por la desnutrición: anemias severas, infecciones recurrentes, trastornos digestivos.
El objetivo es brindar atención médica especializada, integrada a un programa de rehabilitación nutricional. Los casos más complejos se estabilizan y luego se derivan a centros de seguimiento como el de El Alto o el programa Encuéntranos.
Esta articulación entre atención curativa, prevención y acompañamiento educativo es el núcleo de la estrategia de la Fundación Patiño: una lucha coordinada, interdisciplinaria y profundamente arraigada en las necesidades del terreno.
En la Fundación Patiño, la lucha contra la desnutrición no se limita al tratamiento. Comienza mucho antes, con la educación y la autonomía de las familias. Cada programa incluye un componente pedagógico fuerte, en el que las madres—principales cuidadoras—aprenden a preparar comidas equilibradas con productos locales, a mejorar la higiene del hogar y a monitorear el crecimiento de sus hijos.
Se organizan talleres colectivos en barrios y comunidades, acompañados de kits nutricionales y material didáctico ilustrado. El objetivo: que la información sea accesible, aplicable y transmitida entre generaciones.
Porque la pobreza es uno de los principales factores que contribuyen a la desnutrición, la Fundación Patiño también actúa en el ámbito económico. En varias zonas rurales, apoya la creación de microempresas familiares: huertos caseros, crianza de aves, producción de alimentos enriquecidos. Estas iniciativas permiten a las familias asegurar su autosuficiencia alimentaria y generar ingresos adicionales.
Al promover la autonomía en lugar de la dependencia, la Fundación se inscribe en una lógica de desarrollo sostenible donde cada familia se convierte en protagonista de su propio bienestar.
Finalmente, la Fundación trabaja mano a mano con las autoridades locales, los centros de salud, las escuelas y otras organizaciones. Este enfoque multisectorial garantiza una mejor coordinación de los esfuerzos y una mayor penetración en los territorios más alejados.
Las cifras son alarmantes, pero detrás de ellas hay nombres, rostros e historias. Y sobre todo, hay soluciones que funcionan. Gracias a sus acciones coordinadas en El Alto, Cochabamba y Potosí, la Fundación Patiño ha demostrado que un enfoque integral, que combina salud, prevención, educación y economía solidaria, puede revertir la curva de la desnutrición infantil.
Cada programa está concebido no como una ayuda puntual, sino como una palanca de transformación duradera. Los niños recuperan sus fuerzas, las familias adquieren conocimientos útiles y las comunidades se estructuran en torno a iniciativas locales. A la larga, no solo salvamos vidas, sino que reconstruimos futuros.
Este modelo funciona porque se basa en la escucha, la cercanía y el compromiso a largo plazo. No se trata de imponer soluciones externas, sino de coconstruir con las familias bolivianas respuestas eficaces, adecuadas y dignas.
Pero para ir más allá, para ampliar esta acción a otras regiones, para acompañar a más niños y fortalecer las capacidades locales, necesitamos aliados. Apoyos concretos, voces que resuenen, socios que crean en esta visión.
La desnutrición infantil es una lucha de todos los días. Y cada gesto cuenta. Apoya nuestras acciones para erradicar la desnutrición infantil en Bolivia. Juntos, demos a cada niño la oportunidad de crecer sano y construir su futuro.