06/02/2025
El patrimonio cultural de Bolivia es de una riqueza extraordinaria: 36 lenguas reconocidas, tradiciones vivas, saberes ancestrales y una artesanía excepcional. Sin embargo, esta memoria colectiva está hoy debilitada. La globalización, la urbanización acelerada y la ruptura intergeneracional ponen en riesgo esta riqueza inmaterial, especialmente entre las nuevas generaciones.
Ante esta realidad, la Fundación Simón I. Patiño actúa desde hace varios años para preservar, valorizar y transmitir el patrimonio boliviano. Su enfoque combina innovación educativa, puesta en valor arquitectónica, creación artística y herramientas digitales para reconectar a los jóvenes con su historia y su identidad cultural.
Bolivia es uno de los países con mayor riqueza cultural de América Latina. Reconoce oficialmente 36 lenguas nacionales y alberga una diversidad cultural impresionante: rituales andinos, músicas amazónicas, danzas tradicionales, tejidos y artes populares. Esta pluralidad es un pilar fundamental de la identidad boliviana.
Sin embargo, este vasto legado enfrenta hoy profundas transformaciones. El éxodo rural, la escolarización urbana, la influencia de los medios globales y la migración de los jóvenes hacia las grandes ciudades debilitan la transmisión oral y uniformizan las referencias culturales.
Los saberes ancestrales se están perdiendo, y las prácticas locales se desvanecen poco a poco. En algunas regiones, las lenguas originarias desaparecen junto con sus últimos hablantes. De ahí la urgencia de actuar para documentar, valorizar y transmitir esta riqueza, no como un pasado inmóvil, sino como una materia viva y en constante evolución, que debe ser reinventada junto a las nuevas generaciones.
Bolivia enfrenta importantes desafíos para preservar su patrimonio cultural, tanto material como inmaterial. Uno de los más alarmantes es el tráfico de bienes culturales: se estima que más de 50.000 objetos tradicionales han sido desviados ilegalmente, vendidos o sacados del país. Un patrimonio irrecuperable, a menudo arrebatado a las comunidades sin que puedan asegurar su transmisión.
Los sitios clasificados por la UNESCO, como Tiwanaku o la ciudad histórica de Potosí, están amenazados por la degradación natural, la falta de mantenimiento y la insuficiencia de los presupuestos públicos para garantizar su conservación a largo plazo.
En las zonas rurales y aisladas, el acceso a la educación cultural sigue siendo muy limitado. Muchos niños crecen sin conocer las prácticas, relatos y lenguas que conforman la riqueza de su propio territorio. Esta ruptura generacional, acentuada por el éxodo rural y la digitalización rápida, acelera el olvido.
Aunque las políticas públicas reconocen la importancia del patrimonio, aún sufren de recursos limitados y de falta de coordinación. Sin apoyos sólidos en las escuelas y comunidades, la transmisión sigue siendo con demasiada frecuencia teórica o elitista.
Desde hace varias décadas, la Fundación Simón I. Patiño trabaja activamente en la preservación y transmisión del patrimonio cultural boliviano, colocando a los jóvenes en el centro de su estrategia. Su enfoque combina acceso a la cultura, mediación educativa, valorización arquitectónica y apoyo a la creación contemporánea, en una visión abierta y participativa.
A través de sus programas educativos y culturales, la Fundación fomenta el descubrimiento del patrimonio mediante formatos vivos y accesibles: talleres artísticos, conciertos, conferencias, lecturas públicas, exposiciones temporales… Estas actividades están diseñadas para despertar la curiosidad de los jóvenes, anclando su aprendizaje en las referencias culturales locales. Cada año, miles de niños, adolescentes y docentes se benefician de estas acciones.
La Fundación también ha emprendido un importante trabajo de valorización arquitectónica, especialmente en torno al Palacio Portales y la Villa Albina en Cochabamba. Estos edificios emblemáticos se han convertido en verdaderos centros culturales abiertos al público, con recorridos interactivos, eventos artísticos y visitas pedagógicas. En colaboración con France Muséums, la Fundación desarrolla allí una programación que une historia local con herramientas museográficas contemporáneas.
Consciente de que el patrimonio no se reduce a su conservación, la Fundación apoya activamente la creación artística contemporánea inspirada en las culturas bolivianas. Proyectos digitales, instalaciones artísticas y residencias creativas permiten a los jóvenes talentos explorar, reinterpretar y difundir su herencia cultural con herramientas actuales.
Los docentes también se integran en esta dinámica mediante proyectos pedagógicos interactivos que utilizan lo digital como herramienta de transmisión. Al incorporar las prácticas culturales en el aprendizaje, la Fundación invita a los alumnos a convertirse en protagonistas de la memoria viva.
La transmisión del patrimonio no puede realizarse sin el encuentro entre generaciones. Los saberes orales, los rituales, los relatos de vida y los gestos cotidianos no se aprenden en los libros: se comparten, se cuentan y se viven en conjunto.
La Fundación Patiño otorga un lugar central a estos intercambios mediante el apoyo a talleres intergeneracionales, donde los mayores son reconocidos como portadores y transmisores de la memoria.
Inspirada en la iniciativa reconocida por la UNESCO, la Fundación apoya proyectos similares en los que los jóvenes aprenden directamente de los Kallawayas, curanderos tradicionales de los Andes, mediante talleres participativos sobre plantas medicinales, cantos rituales o relatos en lenguas originarias.
Estos momentos de intercambio revalorizan a los mayores, reconectan a los jóvenes con sus raíces y reivindican la cultura como una fuerza viva. El patrimonio se convierte así en un vínculo, no en una reliquia.
Preservar el patrimonio cultural boliviano no consiste en congelar el pasado, sino en dar a las nuevas generaciones los medios para hacerlo evolucionar, reinventarlo y proyectarlo hacia el futuro. Gracias a su arraigo histórico y su visión de futuro, la Fundación Simón I. Patiño ha construido una estrategia cultural profundamente viva, anclada en los territorios y orientada decididamente hacia la juventud.
Sus acciones combinan creación contemporánea, educación interactiva y memoria colectiva. Permiten que niños, adolescentes, docentes y artistas se reapropien de los símbolos, relatos y prácticas que conforman la identidad boliviana. Cada concierto, cada taller, cada visita al Palacio Portales o a la Villa Albina se convierte en una experiencia de transmisión, pero también de transformación.
Los impactos son concretos: mayor asistencia a los espacios culturales, regreso de los jóvenes a las trayectorias artísticas, reducción de la brecha generacional y mayor reconocimiento de las prácticas locales en los proyectos educativos.
Pero esta dinámica debe ampliarse. Para que la cultura siga uniendo y emancipando, se necesitan alianzas sólidas entre instituciones, comunidades locales, artistas y ciudadanos comprometidos. La transmisión del patrimonio es una responsabilidad colectiva, una inversión social, educativa y simbólica para el futuro.
Comprométase con nosotros para transmitir de manera sostenible el patrimonio cultural boliviano a las futuras generaciones. Cada apoyo permite mantener viva una cultura arraigada, abierta y transmitida de mano en mano.