La obesidad infantil no es un problema reciente, sin embargo, existe un incremento alarmante de este problema de salud pública en los últimos años. Según la Organización Mundial de la Salud (2021) en el año 2016 por lo menos 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos, lo que representa el 18% de la población infantil mundial y cuatriplica la cifra de obesidad del año 1975.
Bolivia no se escapa de esta situación e incluso los números llegan a ser aún más grandes. De acuerdo con Unicef (2020), el 35,6% de los escolares de 5 a 18 años de Bolivia tienen prevalencia de malnutrición por exceso, de los cuales el 39,3% pertenecen a las zonas urbanas del país.
Estos datos son muy alarmantes ya que la obesidad representa un problema de salud muy grave para los niños que la padecen. Un niño con obesidad presentará dificultades para respirar, dificultad para dormir, somnolencia, problemas ortopédicos, hinchazón de los pies y tobillos, trastornos cutáneos, transpiración excesiva, diabetes, asma e incluso cáncer; además de los problemas psicológicos que pueda tener debido a la discriminación y la dificultad para relacionarse con los demás niños. (Vélez, 2009).
Es por esto por lo que es muy importante prevenir y combatir la obesidad, y es aún más importante actuar a tiempo ya que “El 70% de los niños que padecen obesidad serán obesos cuando lleguen a la edad adulta”. (Porti, 2006).